miércoles, 18 de noviembre de 2015

VUESTRAS GUERRAS NUESTROS MUERTOS

      Asumámoslo, somos peones. 
      No voy a contaros nada que no sepáis, ni pretendo dar lecciones de moral a nadie, pero sí me gustaría poner las cartas sobre la mesa, llamar a las cosas por su nombre y luego, cada cual, que piense y obre según le parezca. 
      Hay una gran partida de ajedrez que juegan otros, aquellos a los que nunca vemos ni son piezas del tablero. O mejor dicho, hay una partida de Risk en la que, quienes juegan, están fuera del tablero, tienen unos objetivos y establecen unas estrategias para alcanzarlos; y dentro del tablero estamos nosotros, los monigotitos que mueven, cambian y sacrifican en aras del OBJETIVO.
      Entre los monigotitos, claro está, hay categorías. Están los menos prescindibles, los prescindibles y los que a nadie importan un comino. Estos últimos somos nosotros. Tú y yo.
      El ser humano es complejo. Hay para todos los gustos y de eso se aprovechan los jugadores. Los hay malos de cojones, malvados, malandrines, bobos y tontos pelaos, (los buenos no existen porque los jugadores los consideran bobos). Así que los jugadores (en adelante, ELLOS, La mano negra, Los Putos Amos o Cuasidioses), se aprovechan de las características de las fichas del juego para alcanzar su objetivo, que no es otro, que acumular cuanto más dios, quiero decir parné, mejor.
      No es muy difícil conseguir el objetivo porque los monigotitos somos muy predecibles: coges a un malo de cojones y le das dinero y poder para que se convierta en el jefe de los malvados. El malo de cojones se rodea de malvados a los que da poder e inmunidad para desarrollar su maldad sobre malandrines, bobos y tontos pelaos. Mientras tanto, La mano negra, mueve hilos de manipulación y desinformación sobre el tapete de incultura que previamente ha creado. Los malandrines se alían con los malvados por aquello de arrimarse al sol que más calienta. Los bobos nos tragamos toda la tontería que nos dan a comer y reaccionamos como querían Los Putos Amos que hiciéramos. Y los tontos pelaos se ponen al servicio de los malvados para hacer el trabajo sucio. 
      Todo muy fácil. Lo divertido –y lo interesante– es conseguir tu objetivo antes que los demás Cuasidioses. Aquí comienza todo un juego de alianzas, de puñaladas traperas, de pactos… Y aquí, sí hay que valer. No es fácil ser un Puto Amo, reconozcámoslo. Por eso ELLOS viven como dios y a ELLOS no les pasa nada.
      ¿Que hay que hundir un país para ganar más dinero? Pues a la mierda el país. ¿Quiénes lo van a pagar? Los bobos. ¿Quiénes van a caer? Los bobos y algún tonto pelao. Pues ya está.
      ¿Qué hay que sacrificar a unos cuantos monigotitos de los bobos para conseguir más dinero? Pues se coge al malo de cojones de turno y se le ponen las pilas. Éste pegará cuatro gritos a sus malvados, que, a su vez, cabreados como monas, saldrán a la calle a hacer tropelías, comerán el tarro a unos cuantos tontos pelaos que se auto-inmolarán llevándose por delante a unas cuantas decenas de bobos o azuzarán a los malandrines para que asfixien a los bobos, para que les convenzan de que el peligro real está en los bobos de otro color o para que los mareen con mil chorradas, mientras los jugadores se dedican a ganar dinero con cada una de las transacciones. Conclusión: Los Cuasidioses han cambiado monigotitos bobos por dinero y ya están más cerca de ser dioses completos.
      Pero ¿quién es quién en esta partida?
      Los jugadores son como los dioses. Sabemos que existen pero no los podemos ver. Viven como dios, o eso creemos los bobos. ELLOS son intocables, nunca caen.
      Los malos de cojones y los malvados de primera categoría son seres poco prescindibles. Mientras no saquen las patitas del tiesto, no molesten a los Cuasidioses y les resulten útiles, Los Putos Amos no prescindirán de ellos. Esto les hace creer que son superiores, invulnerables. 
     Por cierto, ¿quién puñetas ha decretado que la vida de un presidente de un gobierno o un presidente de un estado vale más que la de las miles de personas con las que comparte espacio físico? ¿De verdad somos tan bobos que a nadie le llama la atención que se evacúe a un tipo mientras se deja a su suerte a los demás? ¿A nadie le cabrea?
      Fin del kit kat, perdón por la digresión. 
      Los malvados de segunda categoría y malandrines, se saben prescindibles. Saben que pueden caer en desgracia, así que ganan puntos de invulnerabilidad haciendo cuanto más daño, mejor. Y si han de morir, se habrán llevado por delante más vidas de las que ellos valen. 
      Los tontos pelaos son unos monicaquitos que nada pueden perder porque nada tienen, ni sentido común, ni dignidad. Son los últimos monos de esta historia, a los que todo el mundo vapulea. Me darían pena si no fuera por el dolor que siembran a su paso, así que lo único que puedo pensar de ellos es que les va el nombre como anillo al dedo. Y es que hay que ser muy tonto para arriesgar –y perder– la vida en aras de alcanzar ¿el cielo? ¿la gloria? Hay que ser muy tonto para obedecer ciegamente a unos tipos a los que les debe  importar un comino el cielo o la gloria ya que nunca arriesgan su vida por esos conceptos. Hay que ser muy tonto para dejar a tu familia en manos de quienes les importabas tan poco que no han dudado ni un segundo en sacrificarte. Hay que ser muy tonto.
      Los bobos somos estos estúpidos a los que no les llama la atención ni les cabrea que su vida importe un pimiento. Somos esos monigotes totalmente prescindibles, intercambiables cual cromos y sacrificables que sólo nos preocupamos de nuestra bicicleta cuando nos la tocan o se la tocan al vecino. Somos esas fichas bobas que nos dedicamos a ir detrás del primer malvado o malandrín que nos venda humo. Somos los monigotes ciegos que no nos damos cuenta de que los monigotes que tenemos delante, aunque sean de un color distinto al nuestro, son igual que nosotros, tan bobos, tan prescindibles, tan intercambiables y tan sacrificables como nosotros.
      Los bobos somos tan bobos que ni siquiera echamos un vistazo al tablero para darnos cuenta de que juntos, seamos del color que seamos, somos muchos más que los malos de cojones, los malvados, los malandrines y los tontos pelaos juntos. Y, desde luego, muchos más que ELLOS, Los Putos Amos. Y mientras no nos demos cuenta, SUYAS serán las guerras y NUESTROS, los muertos.

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