miércoles, 28 de octubre de 2015

ROMPO UNA LANZA A FAVOR DE LAS TRES PERIODISTAS

     A mí también me ha dejado un sabor agrio ese acuerdo, pero es que yo no soy parte y me puedo permitir ese lujo. Quizás ellas tengan ahora un regusto amargo y no puedan deshacerse de él. Si ése es el caso, flaco favor les hacen gentes que llenan las redes sociales con comentarios en los que expresan su desconcierto o su desilusión.
     ¿Quién sabe qué pasó en la antesala del juicio? ¿Quién sabe cómo se sintieron las tres periodistas demandantes? ¿Quién sabe si solamente pudieron elegir entre malo o peor?
     Si algo he aprendido en los juzgados es que, a veces, es mejor “perder que más perder” y que lo justo, lo ético y lo legal son conceptos que no siempre van unidos. Así que no es fácil ponerse en la piel de las personas que, siendo parte, han de decidir en cuestión de minutos y basándose en las impresiones que dejan el lenguaje no verbal y las palabras dejadas caer.
     No yo quisiera encontrarme en una tesitura en la que tuviera que decidir entre mis valores o la nada. ¿Y ustedes?
     Claro que nos queda un sabor agrio. Claro que no nos gusta este final. Claro que nos deja perplejos o desolados y que sentimos que se traiciona la lucha de tantas mujeres, de los valores en que nos sustentamos como sociedad. Pero esto es así y las quejas, al sistema judicial, no a las mujeres porque ellas estaban allí y eran parte, nosotros no.

domingo, 4 de octubre de 2015

¿DÓNDE ESTÁN LOS REFUGIADOS?

      ¿Han desaparecido tragados por las fauces de algún animal mitológico? ¿Han regresado a sus casas cambiando el sentido de sus propias caravanas? ¿Han sido aceptados e integrados por todos y cada uno de los gobiernos y habitantes de los países por los que pasaban o hacia los que se dirigían?
      Tras la entrada en la que me quejaba de que ésta no es la Europa que yo quiero, empecé a alegrarme porque salieron a los medios de comunicación y a las redes sociales multitud de ejemplos de gente como tú y como yo que se organizaba para atenderles y llevarles agua y alimentos; porque había gente mejor que yo que arriesgaba su libertad ofreciéndose a trasladarles gratis hacia el país que tenían como destino final; voluntarios médicos les atendían y curaban; cuentacuentos y payasos jugaban con los niños logrando hacerles sonreír...
      Los ciudadanos de la Europa que yo tengo como modelo daban una lección magistral a sus políticos mostrándoles cuán inútiles son y cuán alejados están del sentir de la gente a la que dicen representar pero a la que, obviamente no representan. Y, claro, algunos, los que disimulan un poco más, se dieron cuenta de que había que hacer algo con esta crisis que les estaba estallando en la cara. Muy en su papel, decidieron hacer lo de siempre: una reunión. ¡Ah, no!, que se llama cumbre porque ellos son “altos” dignatarios y están arriba, en la cumbre, por eso no se juntan con nosotros, los de abajo, que sólo servimos para pagarles esos sueldazos, perdón, sueldos acordes con la responsabilidad que tienen, pero no servimos para pedirles que nos rindan cuentas. Pues eso, montaron una cumbre en la que habla, bla, bla, blan durante horas y horas para no llegar a ningún acuerdo y quedan para seguir en su cumbre otro día más para seguir habla, bla, bla, blando hasta que a los de abajo, que somos de memoria frágil, se nos olvida el tema y ellos, los de arriba, pueden irse tranquilamente a su casa. Y si, como ha pasado esta vez, somos muy pero que muy pesados y nos da por actuar y juntarnos para ser más efectivos, cogen a sus amigos de la prensa y les dan la consigna: “no se hable más”. Asunto zanjado, lo que no se ve, de lo que no se habla, no existe.
      Pero mirad, yo soy muy pesada y sigo preguntando: ¿Dónde están los refugiados? ¿Qué ha sido de ellos?