La escuché el otro día en las noticias. Esa maldita expresión, que no son
las palabras, si no el tono y el contexto en que está pronunciada: “un escrito
lleno de literatura”. Restándole valor al texto en sí. No es la primera vez que
escucho esta expresión peyorativa refiriéndose a un documento en sede judicial.
En esta ocasión se referían a un informe que, al parecer, había redactado un
forense pero da igual a qué se refieran. Es el uso despectivo el que me molesta.
La literatura –y parece mentira que tenga que explicarlo a estas alturas–
es un arte, el arte de la expresión verbal, así que, en principio debería
conferir valor a cualquier texto, no restárselo.
Y eso independientemente de que lo que los que utilizan esa expresión no
parecen distinguir la literatura de lo que no lo es. El hecho de que un texto
contenga una hipérbole o una metáfora no lo convierte en un texto literario. De
igual manera en que todos estamos de acuerdo que el famoso Ecce homo de Borja
no es una obra de arte de la pintura aunque haya utilizado pinceles y óleos
para “pintarlo”.
Una hipérbole literaria es decir “Érase un hombre a una nariz pegado”, no
llamar “hecatombe” a la pandemia que ha provocado el COVID-19 (con todo lo
grave que ha sido y que sigue siendo).
Una metáfora literaria no es tildar de “tsunami” a los efectos de la mencionada
pandemia, si no utilizar la expresión “en campos de zafiro pace estrellas”,
para indicar que era el mes de mayo porque la constelación de Tauro rige
nuestro cielo en esas fechas.
Creo que para todos es más que evidente la diferencia en cuanto a calidad,
¿no?
Pues ya que estamos, sigo con otros usos peyorativos de palabras que
debieran dignificar y, no sé por qué, no lo hacen:
Últimamente se usan las palabras relato y narrativa para colarnos las
mentiras que la clase política quiere que creamos como verdades absolutas o
para vendernos su verdad como LA VERDAD. Pues señores, tanto el uno como la
otra, son géneros literarios y, por tanto, en ambos se da el pacto de
verosimilitud entre el lector –u oyente– y el autor. Un pacto que ambos conocen
y respetan: lo que se cuenta es ficción, aunque bien pudiera haber ocurrido. En
eso consiste el juego literario, no en mentir haciendo pasar por verdad lo que
no es más que un deseo, una opinión o un punto de vista.
Así que, por favor, si no tienen palabras para describir sus realidades
–que lo dudo–, invéntense unas, pero dejen en paz al arte y a las humanidades.