viernes, 26 de junio de 2020

EN DEFENSA DE LA LITERATURA (pro litterae)



La escuché el otro día en las noticias. Esa maldita expresión, que no son las palabras, si no el tono y el contexto en que está pronunciada: “un escrito lleno de literatura”. Restándole valor al texto en sí. No es la primera vez que escucho esta expresión peyorativa refiriéndose a un documento en sede judicial. En esta ocasión se referían a un informe que, al parecer, había redactado un forense pero da igual a qué se refieran. Es el uso despectivo el que me molesta.
La literatura –y parece mentira que tenga que explicarlo a estas alturas– es un arte, el arte de la expresión verbal, así que, en principio debería conferir valor a cualquier texto, no restárselo.
Y eso independientemente de que lo que los que utilizan esa expresión no parecen distinguir la literatura de lo que no lo es. El hecho de que un texto contenga una hipérbole o una metáfora no lo convierte en un texto literario. De igual manera en que todos estamos de acuerdo que el famoso Ecce homo de Borja no es una obra de arte de la pintura aunque haya utilizado pinceles y óleos para “pintarlo”.
Una hipérbole literaria es decir “Érase un hombre a una nariz pegado”, no llamar “hecatombe” a la pandemia que ha provocado el COVID-19 (con todo lo grave que ha sido y que sigue siendo).
Una metáfora literaria no es tildar de “tsunami” a los efectos de la mencionada pandemia, si no utilizar la expresión “en campos de zafiro pace estrellas”, para indicar que era el mes de mayo porque la constelación de Tauro rige nuestro cielo en esas fechas.
Creo que para todos es más que evidente la diferencia en cuanto a calidad, ¿no?
Pues ya que estamos, sigo con otros usos peyorativos de palabras que debieran dignificar y, no sé por qué, no lo hacen:
Últimamente se usan las palabras relato y narrativa para colarnos las mentiras que la clase política quiere que creamos como verdades absolutas o para vendernos su verdad como LA VERDAD. Pues señores, tanto el uno como la otra, son géneros literarios y, por tanto, en ambos se da el pacto de verosimilitud entre el lector –u oyente– y el autor. Un pacto que ambos conocen y respetan: lo que se cuenta es ficción, aunque bien pudiera haber ocurrido. En eso consiste el juego literario, no en mentir haciendo pasar por verdad lo que no es más que un deseo, una opinión o un punto de vista.
Así que, por favor, si no tienen palabras para describir sus realidades –que lo dudo–, invéntense unas, pero dejen en paz al arte y a las humanidades.

lunes, 8 de junio de 2020

REFLEXIONES MITOLÓGICAS (Tercera parte)



Mamá, ¿seguimos con la historia de las diosas?
¿Te acuerdas de que todo comenzó con una boda?
Sí, que no invitaron a la diosa de la discordia.
Muy bien, pues si recuerdas, los que se casaron fueron Tetis, que era una diosa, y Peleo, que era un mortal.
(Podéis escuchar la historia aquí).
Ahí estaba yo, explicándole que los hijos de Tetis y Peleo serían héroes pero mortales y que Tetis no podía soportar la idea de que su hijo fuera mortal porque no hay nada peor que sobrevivir a los hijos y cómo se le ocurrió la maravillosa idea de convertirlo en inmortal sumergiéndolo en la laguna Estigia. Pero que, claro, el bebé, no sabía nadar y no salió a la superficie.
―¿Y se ahogó? ―De nuevo ojos como platos.
―Sí ―respondí con resignación.
―¡Pero estos antiguos tenían un problema con los bebés! Uno manda que maten a su hijo, la otra lo ahoga…

sábado, 6 de junio de 2020

REFLEXIONES MITOLÓGICAS (Segunda parte)


Al día siguiente, mi hijo me pidió la segunda parte, así que le conté quién era Paris, el muchacho que tuvo que decidir qué diosa era la más bella. Si queréis escuchar la historia, pinchad aquí.
Le hablé de la profecía que había marcado el nacimiento de ese niño:
“Por causa del niño que ha de nacer, caerá Troya”.
¿Qué es Troya? me preguntó.
Una ciudad estado de la Grecia clásica.
“Así que, Príamo tuvo que decidir entre su hijo y su ciudad”.
Y eligió el hijo afirmó con suficiencia.
Pues no. Escogió la ciudad.
¿La ciudad? Los ojos se le salían de las órbitas ¿Cómo que la ciudad?
Supongo que consideró que era su deber como rey.
Pues qué mal padre sentenció.
“En cuanto el niño nació, Príamo se lo dio a uno de sus pastores, que se llamaba Agelao, para que lo llevara al monte y lo matara”.
¿Al bebé? Ese hombre necesita un psicólogo. En serio, no está bien de la cabeza.