martes, 1 de diciembre de 2015

CASTIGO VS. REFUERZO POSITIVO

      Seguramente habrán oído hablar de distintas técnicas para educar a nuestros vástagos, para conseguir que dejen de ser salvajitos deambulando libremente por el mundo y se comporten de manera socialmente aceptable.
      Y seguramente habrán oído hablar de que, para evitar que se repitan aquellas conductas no deseables ustedes pueden castigar a su vástago enviándolo al rincón de pensar o prohibiéndole que realice alguna actividad que al vástago le resulte agradable o apetecible.
      De igual forma, es seguro que se habrán encontrado con representantes de la otra tendencia educativa. La que afirma que es mejor premiar las conductas deseables e ignorar las indeseables. Es decir, su vástago hallará en usted sonrisas, alabanzas y cualquier otro premio cada vez que su comportamiento sea el que usted espera de él, y la más absoluta indiferencia cada vez que actúe de manera inapropiada.
      Bueno, esto era lo que yo creía, pero es que, en realidad, soy una ignorante que no sabe pedagogía, así que no me hagan mucho caso. Y, si por azar, ustedes opinaban lo mismo que yo, sigan leyendo y saldrán de su error... o no.

      Mi costillo y yo tenemos la mala costumbre de apelar al sentido común en la educación de nuestros vástagos y, claro, en ocasiones chocamos con la lógica del común de los mortales y salimos electrocutados.
      Es lo que nos ocurrió el otro día cuando tuvimos una conversación muy interesante sobre este tema del castigo vs. refuerzo positivo con la P.T. del colegio de nuestros hijos. Para los legos en la materia como era yo, hasta hace nada, les traduzco al castellano de a pie las siglas, para que también ustedes puedan ser modernos y hablar como ellos, P.T. corresponde a Pedagoga Terapéutica, es decir, la docente que atiende a los niños con alguna dificultad en el aprendizaje.
      La conversación derivó a esos derroteros, tras pasar por las quejas de la profesional sobre la escasa atención de mi hijo pequeño, que se distrae con facilidad y se mueve mucho. Yo escuchaba sus quejas ojiplática y sin llegar a entender si la docente era consciente de los requisitos de su profesión. Es como si un médico se quejase de que el señor que ha entrado a su consulta está enfermo.
      De repente, interrumpe su quejoso discurso para preguntarnos qué es lo que más le gusta a nuestro hijo.
      -Los coches -responde mi costillo sin acabar de entender adónde nos quería llevar.
      -Perfecto, pues vamos a utilizar el refuerzo positivo -dice ella- y le vamos a quitar los coches, si no atiende o no se porta bien, porque castigar no es bueno, es mejor el refuerzo positivo.
      Sobre mi cabeza apareció un enorme interrogante y, tratando de disiparlo le insinué:
      -Pero eso es un castigo ¿no?
      -No -afirmó ella con rotundidad-. En pedagogía eso es un refuerzo positivo.
      -Entonces, ¿qué es un castigo? -pregunté yo con verdadero interés en aprender.
      -Un castigo sería dejarle sin patio -dijo ella-, porque a él le da igual pero yo me quedo también sin patio y encima él como no ha salido a desahogarse (que eso es muy malo para los niños), luego se porta aún peor porque necesita moverse, y, claro, yo tengo que lidiar con él y, claro.
      Comprendo, un castigo es si la afectada es ella, es decir, si es ella la que padece los efectos del castigo, ahora si los efectos los padece el niño, se llama refuerzo positivo.
      Intentaré explicarlo con su propio ejemplo a ver si lo consigo:

      Castigo: dejo al niño sin patio y como el maldito no puede estar solo, me tengo que quedar con él y me auto-castigo sin patio. Encima, el puñetero se pone insoportable por no salir a correr y se porta peor, con lo que me vuelvo a castigar teniendo que aguantarle.
      Refuerzo positivo: les digo a sus padres que se ha portado mal y que tienen que quitarle los coches, así que aguanten ellos sus lloros y sus rabietas que para eso son sus padres.

      ¿A que nos ha quedado muy claro? ¿No? Venga, cierren la boca que se les va a desencajar la mandíbula y les digo, por experiencia, que es muy doloroso y que entran moscas.

2 comentarios:

  1. Increíble, de verdad te has visto en esa situación? Ánimo y a por el refuerzo positico, pero el de verdad, eh?

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  2. Bueno, en realidad lo he suavizado un poco. Dijo muchas más cosas y más tremendas, pero creo que, como botón de muestra, es suficiente.
    Desde entonces me pregunto es si de verdad he de dejar a mi hijo en sus manos y cómo es posible que esa persona aprobara una carrera y una oposición.
    Hay muchas cosas que cambiar en el sistema educativo, como en otros sistemas. Deberíamos, en mi opinión, tender a exigir la excelencia, porque nos jugamos mucho. Nuestros niños son el futuro. Tenemos profesionales preparados a los que le gusta su trabajo y lo hacen bien y hay que ayudarles porque también tienen rémoras como esta señora -y otras mucho peores- y ellos solos no podrán erradicarlas.
    Gracias por tu comentario.

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