sábado, 12 de diciembre de 2015

PARA LAUREN SOUTHERN

     (Pincha aquí para ver el vídeo)

      Hoy voy a escribir esta entrada en respuesta a la mujer joven, blanca, de larga melena rubia y probablemente estadounidense cuyo vídeo circula por youtube. Bueno, en realidad es una respuesta a los subtítulos porque no entiendo tu idioma, Lauren.
      Yo también creo en la igualdad, no en los privilegios ni en la supremacía de nadie frente a nadie, ni por razón de sexo, edad, raza, religión o lo que sea.
      Lamento mucho que recibieras críticas por haber expresado públicamente que no eres feminista y más aún, si algunas fueron irrespetuosas. Creo en el derecho de todo el mundo a expresar su opinión libremente.
      Yo voy a contestarte y espero que no te lo tomes a mal porque únicamente pretendo charlar sobre lo que dices en tu vídeo (o lo que dicen los subtítulos, ya sabes).
      Dices que la tercera ola del feminismo no busca la igualdad porque:
         a)      No se ve representación igualitaria de los problemas de hombres y mujeres, y
         b)      Porque no se ve feministas quejándose por los beneficios que las mujeres tienen sobre los hombres en algunas situaciones.
      Lauren, en mi opinión, es injusto que acuses al feminismo de la tercera ola de no buscar la igualdad por esas dos razones porque ésa es precisamente su meta: que un día podamos hablar de los problemas y beneficios de ambos géneros en igualdad de condiciones, pero mientras no exista esa igualdad, hay que hacer visible al género invisible y dar la voz al género que no la tiene. Y mira que hablo de género y no de sexo con toda la intención del mundo. Desde mi punto de vista, partimos de una situación de desigualdad. Desigualdad en problemas, en situaciones, en derechos y en tantas otras cosas. Y, hasta donde yo sé y por lo que he podido leer, que tampoco soy sabia ni experta en la materia, sólo soy alguien que se interesa por el tema, el feminismo de la tercera ola pretende que, se sea como se sea, se goce de los mismos derechos y oportunidades.
      No me puedes negar que la realidad sobre la que se sustenta el mundo en el que habitamos tú, yo y cualquier persona de cualquier otro continente, es la de una sociedad patriarcal. Una sociedad en la que los hombres viven lo público y a los que se les exige ciertas capacidades y cualidades, y en la que a las mujeres se les reserva el ámbito de lo privado y se les exige ciertas capacidades y cualidades. También estarás conmigo en que lo prestigiado es lo público porque es en donde están las esferas de poder. El mundo de lo privado fue desposeído de cualquier relevancia en el mismo momento en que no se le concedió valor, no se le otorgó un precio. En el espacio privado, nada es remunerado y, por tanto, no genera independencia y no permite sobrevivir si no es supeditado a quien habita lo público.
      Cuando a la mujer se la privó del derecho a mantenerse con el fruto de su trabajo, cuando se la prohibió trabajar fuera del hogar y, por tanto, se le impidió ganar dinero, se la condenó a depender del hombre y eso generó desigualdades. Generó una situación en la que el varón tenía el poder y la mujer estaba sometida. Y, querida, quien tiene el poder, legisla y otorga los derechos. Así que los varones se concedieron los derechos y privilegios que consideraron oportunos y desposeyeron a las mujeres de los que quisieron.
      Pero todo esto tú ya lo sabes, por eso voy a tus afirmaciones:
      Como esta sociedad patriarcal exige capacidades y cualidades a ambos géneros, aquéllos que no las poseen, lo pasan mal porque no encajan. Y, de la misma manera que hay mujeres que no se conforman con la esfera privada y aspiran a salir a lo público, a trabajar y ganar dinero por su trabajo, a expresar su opinión y que sea tenida en cuenta, a gobernar y a tener los mismos derechos y oportunidades que los hombres y durante mucho tiempo –y aún hoy– se las tilda de poco femeninas, cuando no directamente de marimachos, también hay hombres que expresan sus sentimientos, que aman a su mujer y a sus hijos sin complejos, que respetan a los otros, que no se consideran superiores ni van agrediendo a nadie y, por esa razón son tachados de poco masculinos por quienes están dentro del sistema patriarcal y viven cómodos en él.
      Me horroriza que alguien, hombre o mujer, sea violado. Hay pocas cosas más crueles en las que se haga patente la dominación del otro. Y estarás conmigo, en que quienes violan en las cárceles a los hombres que mencionas en tu vídeo, son también hombres. Este afán de dominación forma parte de la construcción de lo masculino en la sociedad patriarcal.
      Ignoro si son ciertas o no las cifras que aportas sobre abuso doméstico en Estados Unidos y Canadá, pero no voy a entrar a valorarlas porque aunque sólo hubiera un caso, ya estaría mal. Nadie tiene derecho a abusar de nadie ni a agredir a nadie. Y es que la maldad no entiende de sexo. Hay hombres malvados y mujeres malvadas. Hay gente a la que parece gustarles hacer daño a los demás; o que son incapaces de sentir piedad por el otro; o que disfrutan humillando o vejando a los débiles. Y eso es absolutamente condenable y debemos luchar para que se condene a los malvados y se proteja y defienda a las víctimas.
      Sin embargo, nada tiene que ver con la violencia de género, que es la violencia que los hombres ejercen sobre las mujeres no porque sean malvados o enfermos mentales, sino porque creen tener derecho sobre ellas. Creen que la mujer está a su servicio, es una extensión de sí mismo, un objeto para usar y tirar. Están convencidos de que, por el mero hecho de ser hombres, tienen  derecho a usar, abusar, agredir, maltratar, violar y matar a las mujeres. Y eso es radicalmente opuesto a la igualdad. Es creer que los hombres son superiores a las mujeres, por eso estoy segura de que me entiendes y condenas este tipo de violencia; estoy segura de que luchas contra la violencia de género porque tú afirmas que crees en la igualdad, y, desde este punto de vista, seguro que entiendes que se tomen medidas de protección a la mujer y de asesoramiento legal que las ayude a salir de la opresión a la que las someten quienes debían ser sus parejas y se han autodenominado sus amos.
      Este mundo no es perfecto y hay muchas cosas que mejorar, es cierto, pero hay que empezar por alguna y comenzar por algo que afecta a más de la mitad de la población mundial es una razón objetiva de peso ¿no crees?
      Siguiendo con tus cifras, citas el altísimo porcentaje de muertes que hay entre los hombres por suicidio, por accidentes laborales, en guerras o víctimas de homicidio. Y tienes razón, es intolerable que se produzcan muertes violentas o prematuras. Pero fíjate que todas las muertes que nombras tienen que ver con la esencia misma de la sociedad patriarcal. Son los hombres quienes inician las guerras y quienes van mayoritariamente a ellas (hasta hace relativamente poco las mujeres tenían vetado el acceso al ejército), por eso es normal que mueran ellos mayoritariamente en las guerras, si contabilizamos las muertes de civiles durante los conflictos bélicos, observaremos que mayoritariamente son mujeres y niños. ¿Ves? Volvemos a la explicación de la ocupación de las esferas por razón de género.
      Lo mismo ocurre con las muertes por accidente laboral, dado que las tareas domésticas no tienen la consideración de trabajo porque no está remunerado, los accidentes que se producen en la esfera de lo privado no están contabilizados en las estadísticas laborales y dado que en el mercado laboral del mundo la presencia femenina es minoritaria, también es lógico que el porcentaje de accidentes en cómputo global sea inferior al de los hombres.
      Como la mayoría de los homicidios se producen en la calle, lugar público por excelencia y, por tanto, ocupado por los hombres, ¿cómo no iban a ser ellos mayoritariamente los muertos? No quiero decir con esto que no haya que intentar evitarlas, y en eso se está también. Existen leyes para vigilar y cuidar la salud laboral, para prevenir los accidentes, para hacer las calles más seguras y, desde luego, las mujeres feministas también apoyan estas leyes, de igual manera que se manifiestan contra las guerras, como no podía ser de otra manera porque, a pesar de lo que dices, el feminismo sí lucha por la igualdad, pero sobre todo contra la desaparición de la sociedad patriarcal que es lo que nos va a permitir crecer como sociedad. Es lo que nos va a permitir eliminar esos estándares sociales que necesariamente hay que cumplir y que producen tanta infelicidad en ambos géneros. Porque no, el feminismo de tercera generación no considera que todos los hombres sean unos privilegiados ni todas las mujeres estén oprimidas. No es eso. Después de todo lo que he comentado ya, creo que queda claro que el problema está en el sistema. Y, efectivamente, quien sabe navegar dentro del sistema, quien encaja en los límites que plantea la sociedad patriarcal, goza de privilegios y quien no, queda marginado y sufre por ello. Independientemente de que el sistema premia al varón que se ajusta a sus cánones y se lo pone más difícil a las mujeres.
      Por último hablas de los privilegios que tienen las mujeres y no los voy a negar. Al burro de carga se le da comida y un techo para que no muera y siga siendo productivo; a los esclavos se les daba alojamiento y manutención antes, durante y después de su vida productiva para asegurarse su docilidad. Pero nadie es capaz de vivir eternamente aplastado. Uno lucha y gana derechos a base de robárselos a la clase dominante, en este caso al género dominante.
      En algunos países las mujeres han conseguido la custodia de los hijos, cierto, pero no en todo el mundo, no lo olvides. Y, en mi modesta opinión, es una concesión de los varones porque no les importaba mucho concederla. Los hijos son una responsabilidad que hasta hace muy poco los hombres no querían asumir. Ellos preferían ser libres y hacer lo que deseasen en cada momento. Ahora, afortunadamente, las cosas están cambiando y los hombres aman a sus hijos y quieren cuidarlos y educarlos, así que están luchando por la custodia compartida, de hecho en mi país está extendiéndose esta modalidad.
      Ignoro si en tu país existe un sistema de cuotas para acceder a trabajos para el gobierno o para el ejército, si es así, no dudes de que se trata de una lucha de las mujeres por hacerse visibles y de un privilegio concedido para poder callar la boca a la mayoría, porque la realidad es que hay un techo de cristal para las mujeres, que las mujeres lo tienen peor para el acceso a la vida laboral, acceden a peores contratos y peor pagados, se les exige más que a sus compañeros varones y, en la mayoría de los casos sus jornadas laborales son larguísimas porque a las horas de trabajo remunerado hay que añadir las tareas domésticas de las que, aún hoy en los países más desarrollados, siguen ocupándose mayoritariamente ellas. No sé, sin embargo, si has oído a las mujeres que han entrado en el ejército hablar de las vejaciones y de las humillaciones a las que han sido sometidas única y exclusivamente por ser mujeres que han “osado” entrar en un mundo tradicionalmente masculino y lo abandonadas que se sienten por una sociedad que no las respalda sino que justifica a sus agresores, varones todos ellos, por supuesto.
      Dices que a las mujeres se las cree cuando denuncian una violación, ¿sabes cuánto se ha luchado para conseguir esto? Hasta hace nada –y todavía sigue ocurriendo en muchísimos países–, se culpabilizaba a las mujeres de su propia violación. De hecho, incluso en los países más avanzados, todavía encontramos especimenes que las culpan, que justifican a los violadores, que no las creen. Que esto también les ocurra a los hombres violados no implica que las mujeres seamos unas privilegiadas, significa que hemos luchado mucho y hemos ganado espacio, pero tenemos que seguir luchando para que el sistema no culpe al débil, sea hombre o mujer, de los actos del fuerte.
       Lo que comentas de la mitad de la condena por el mismo delito, pues, francamente, cuéntaselo a las mujeres condenadas a muerte por adúlteras mientras que sus parejas o sus violadores, se salen de rositas, cuéntaselo a las mujeres condenadas a ser violadas públicamente por un grupo de hombres, a ser paseadas desnudas y fustigadas por un delito que cometió su hermano.
      Yo también quiero ganarme mi trabajo, no quiero regalos. Pero quiero tener las mismas oportunidades para acceder a él como cualquier compañero varón. No quiero que se me exija el doble, no quiero tener que demostrar todo el tiempo que sé, mientras a mi compañero se le da por supuesto. Y quiero ser remunerada de manera justa.
      Tampoco quiero un mundo de sexismo en el que hombres y mujeres tengamos que seguir luchando eternamente. Quiero un mundo de personas en el que cada cual pueda ser lo que desee ser y sea respetado y valorado, sin que haya nadie que se crea superior a otro. Por eso soy feminista y quiero cambiar la sociedad patriarcal por una más justa en la que quepamos todos en igualdad y justicia. ¿Te apuntas?


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