martes, 24 de mayo de 2016

TOTUM REVOLUTUM

      Escuché ayer en la radio un anuncio que patrocinaba el Arzobispado de Valencia y en el que se nos decía que si queríamos entender la historia teníamos que estudiar religión.
      ¿Qué religión? ¿Qué parte de la religión?
      Creo que tienen una especie de revoltijo en la cabeza, vamos, lo que viene siendo un totum revolutum, dicho sea con todos mis respetos.
      Miren, si estamos hablando de estudiar las religiones tal y como estudiamos lo que se ha venido en llamar mitología, pues podría estar de acuerdo dado que forman parte de la cultura de un pueblo, del conjunto de sus tradiciones y ayudan a explicar su cosmovisión. Pero si estamos hablando de la enseñanza de dogmas, creencias, principios, moral y ritos de una religión en concreto, mezclando estos conceptos con la fe, pues no puedo estar de acuerdo, la verdad. Y creo que los que defienden la enseñanza de la religión tampoco lo estarían, si se pusieran por un momento en la piel de un agnóstico.
      ¿De veras me están diciendo que para entender la historia he de conocer la religión? ¿Que para entender por qué se conquistan los pueblos, por qué se realizan alianzas o cómo y por qué hemos evolucionado como especie, necesito que me expliquen la existencia de un dios y me enseñen a creer en sus mandamientos, preceptos y demás doctrina?
      Vaya, pues yo prefiero explicar el origen de la Inquisición y su pervivencia durante siglos, a través de la ambición, la soberbia, la intolerancia, el miedo y otras formas de maldad humana, que no pensar que, de verdad, era un dios el que mandaba realizar esas calamidades.
      Prefiero pensar que las Cruzadas –o las guerras santas, que me da igual cómo se quieran llamar y en qué siglo aparezcan– tenían su origen en un afán de dominio y conquista por parte de unos gobernantes muy humanos que no que existe un dios –o, peor aún, varios dioses– al que le parece que las guerras –y los asesinatos y las violaciones que las acompañan–, son la mejor forma de ganar adeptos.
      Y, desde luego, no tengo ninguna necesidad de compartir fe con los arquitectos, escultores, pintores, escritores y demás artistas que han creado obras magníficas a lo largo de los siglos en los que el ser humano lleva habitando el planeta. Sólo necesito conocer los códigos. Y para eso me basta conocer las religiones tal y como me enseñaron la animista, la mitología griega y romana, las religiones precolombinas, y el resto de religiones que perviven en la actualidad y que, como no son la católica, no consideraron oportuno inculcarme la fe.
      En resumen, que estudiar en las escuelas cualquier cosa que suponga cultura me parece un acierto, inculcar ideologías, no. Para eso hay otros lugares. Pero, francamente, mientras quienes impartan la asignatura de religión, sean creyentes contratados por la Iglesia Católica que, si no cumplen con el modo de vida que la propia Iglesia considera apropiada, son despedidos, no me parece que tengan fácil separar el hecho religioso, visto objetivamente, de la doctrina religiosa.

4 comentarios:

  1. Seguro que estamos de acuerdo, pero tú también has mezclado un montón de cosas: dogmas, creencias, principios, moral, ritos, mandamientos, preceptos, doctrina, inquisición, cruzadas, ideología…

    He leído la noticia de la presentación de la campaña y creo que todo lo que allí dijo Javier Llopis,
    vicario de Evangelización, es lo suficientemente razonable como para que la respuesta no sea la misma retahíla de los argumentos de siempre.

    Dice, por ejemplo:

    "Sin el conocimiento del hecho religioso sería prácticamente imposible entender lo que pasa en nuestro alrededor”

    Matiza que la clase de religión "no es catequesis” (que lo que hace es ayudar a vivir la fe”), sino que su objetivo es “entender el hecho religioso”.

    La asignatura de religión tal y como está planteada es muy deficiente, pero creo que es más beneficiosa que dañina. Eso por no decir que es totalmente opcional.

    Mientras no haya nada mejor, la veo recomendable. Con que consistiera únicamente en leer el Nuevo Testamento en cada clase me parecería un acierto.

    Para terminar dices que sería suficiente con conocer la religión cristiana como “la animista, la mitología griega y romana, las religiones precolombinas, y el resto de religiones”. Esto me lo tomaré como broma, aunque esta vez no esté a la altura del fino humor y gran lucidez habitual de tus artículos.

    Sigue con salud,

    Enrique.

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    1. Ante todo, muchas gracias, Enrique, por tu comentario. Me gusta recibir comentarios como el tuyo en primer lugar, porque supone que alguien me ha leído y le he provocado el suficiente interés como para contestar. Y en segundo, porque me encanta debatir, creo que debatiendo y confrontando opiniones alcanzamos acuerdos que nos permiten avanzar, aprendemos y descubrimos puntos de vista.
      Dicho esto, voy a intentar responder a todo lo que me dices, aunque lo que de verdad me gustaría es poder charlar durante todo el tiempo que fuese necesario sobre este tema, porque me interesa mucho tu punto de vista y me parece muy enriquecedor.
      Sí, puede que yo también esté mezclando muchos temas. Ten en cuenta que esto es un pequeño artículo que surgió espontáneamente como respuesta a un anuncio que escuché en la radio. Pero dogmas, creencias, principios, moral, ritos, mandamientos, preceptos y doctrina son los contenidos de la asignatura de religión católica en primaria, luego no soy yo quien los mezcla.
      Es cierto que yo he unido en el mismo artículo esos contenidos a las cruzadas y a la Inquisición, pero no creo haber utilizado estos dos conceptos como “argumentos de siempre”. Sé que mentar la Inquisición o las cruzadas, no es plato del gusto de muchos católicos o cristianos, pero fueron los dos únicos momentos históricos que se me ocurrieron en ese momento que pudieran estar tan íntimamente ligados a la historia como para que alguien me dijese que no iba a poder entender la historia si no estudiaba la asignatura de religión. Puede que haya más, pero no se me ocurrieron, ni se me ocurren ahora, la verdad. Pero, si me lees detenidamente, verás que no culpo a la Iglesia –ni mucho menos a la fe cristiana– de esas calamidades. Bien al contrario. Quizá no me haya expresado correctamente, pero estoy culpando a lo que hay de mezquino en el ser humano, a aquellas personas que utilizaron el nombre de Dios para justificar las atrocidades que ellos deseaban cometer. Y creo que esto no ofende a los creyentes, incluso, puede que alguno esté de acuerdo conmigo.
      Desde luego, no se me ocurre qué tiene que ver estudiar la asignatura de religión para entender la Revolución Francesa, o la Industrial, o el crack del 29, o la unión de Castilla y Aragón, o…

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  2. Yo no he leído la noticia de la que hablas, lo siento. Intentaré buscarla. Sólo había escuchado ese anuncio radiofónico. Esta mañana he escuchado otro distinto que decía lo mismo pero sobre el arte en vez de la historia.
    Supongo que lo que expuso Javier Llopis será razonable, no lo dudo, pero también será opinable. Sobre lo de que “sin el conocimiento del hecho religioso sería prácticamente imposible entender lo que pasa a nuestro alrededor”, no puedo opinar. Necesito más información, porque así, sin más, sólo es una afirmación sin argumentación, por supuesto, respetable, pero no sé a qué se está refiriendo exactamente, así que no puedo hablar sobre ella.
    Sobre que la clase de religión no es catequesis, bueno, puede que ése sea el ideal al que aspiran, puede que sea así en algunos colegios. Sin embargo, en otros, los que yo conozco, sí es catequesis. De hecho, algunos párrocos no dejan que los niños tomen la comunión en sus parroquias si no han cursado la asignatura de religión. Y los contenidos publicados en el BOE para la asignatura de religión son, a mi entender, más próximos a la catequesis que a una ayuda para “entender el hecho religioso”. O quizá sea que yo no entiendo el concepto “hecho religioso” de la misma forma que el señor vicario de Evangelización, pero cuando entre los contenidos de la asignatura nos encontramos, por ejemplo, con “La incapacidad del ser humano para ser feliz reclama la salvación” o “La plenitud del ser humano está en la relación con Dios” o “La resurrección: cumplimiento del plan salvífico de Dios”, me suena más a catequesis, por cuanto que se está transmitiendo las bases sobre las que se sustenta la religión cristiana, el, llamémosle, “ideario de fe” de esta religión, que no tanto dar una explicación de que el ser humano, desde que se sabe, se ha enfrentado al misterio a través de la creación de unos mitos.

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  3. De cualquier forma, la asignatura de religión, en mi opinión, no es ni dañina ni beneficiosa. Es. Y es una opción, como tú bien dices, por tanto, se es libre de cogerla o no. Sí preferiría no tener que pagar con mis impuestos lo que no puedo elegir, que es a los profesores. Pero ése es otro tema que no viene al caso y las cosas están como están. Preferiría que la catequesis se diera en los templos, la verdad. Lo que no quiere decir que no vea necesario estudiar el hecho religioso y, en concreto de la religión católica, que es la que más ha pervivido en la cultura de España, me parece necesario conocer todo aquello que proporcione cultura y códigos para entender el arte, porque no, no era una broma. Entiendo que para un creyente no es comparable una religión muerta a otra viva. Créeme que respeto a los creyentes de todas y cada una de las religiones. Pero para mí, que soy agnóstica, todas las religiones, pasadas y presentes, tienen la misma consideración e interés. Son formas de interpretar el mundo, de entenderlo, de entenderse a sí mismo. Por eso utilicé la palabra ideología, porque como sabes, la palabra ideología es mucho más que una concepción política: es el conjunto de ideas fundamentales que caracterizan el pensamiento de una persona, de un colectivo, de una época o de un movimiento, sea religioso, cultural o político. No estaba mezclando conceptos en ese momento, estaba describiendo la realidad tal y como yo la veo. Y esto también es respetable.
    Muchas gracias también por tu elogio y por la posibilidad de abrir este debate que ha ocasionado una respuesta más larga que el propio artículo, tanto, que ha habido que partirla en tres respuestas.

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