sábado, 18 de julio de 2015

SEGURO QUE NO SOY LA ÚNICA

       Ayer fui de compras. Es la cuarta vez que lo hago desde que empezó el verano. Y volví, por cuarta vez, con las manos vacías. Y no fue por culpa de la dependienta, una amable muchacha que, en su intento de vender, me enseñó la tienda entera, producto tras producto, para mi desesperación, porque ninguno coincidía con lo que yo le había pedido. Sus inútiles esfuerzos conseguían, eso sí, que mi rostro se fuera transformando en el de una ogra a punto de escupir sapos y culebras por la boca y rayos y centellas, por los ojos. ¿Cómo es posible tanta estupidez? Esto no se parece ni de lejos a lo que le he pedido, ¿para qué me lo enseña? ¿Y esta porquería, qué pasa que cree que soy imbécil o es que cree que soy tan rara que me ha de gustar esa cosa? ¡Niña, no me hagas perder el tiempo ni pretendas hacerme sentir marciana, si no tienes lo que busco, me lo dices y punto!
       Dado que en ninguna de las veintisiete tiendas visitadas tienen lo que busco, entiendo que es un problema de diseño, así que dirigiré mi carta a los responsables del asunto.

       Señores diseñadores de bikinis (en masculino porque me niego a pensar que una mujer pueda ser tan insensible a las necesidades de su propio género):

       Yo imagino que ustedes tienen un modelo de mujer en su cabeza que es la que plasman en sus dibujos y a la que visten con sus diseños. Y allí queda ella, ese modelo de  mujer, monísima de la muerte, quietecita para siempre en su papel o pantalla de ordenador. 
       Y no digo yo que no haya mujeres así en el mundo. Es posible que sí, es más, si ustedes lo dicen, es seguro que sí. Ellas aparecen en la playa o la piscina, como por arte de magia, no acuden, no caminan, se personifican. Y se quedan allí, en su tumbona, estáticas, tal cual ustedes las piensan y dibujan, por horas, hasta que, de repente, desaparecen. No se marchan, se desvanecen. 
       Ellas no tienen ni una pizca de grasa ni de celulitis en ninguna parte de sus exiguos cuerpos. Sus largas y esbeltas piernas acaban en respingonas nalgas. Sus vientres son extraordinariamente planos y sus pechos redondos y firmes. 
       Y, claro, así es muy fácil. Así cualquiera cabe en los bikinis que ustedes diseñan. Así lucen espléndidos en las chicas de los anuncios, también inmóviles de por vida, también retocadas sus imágenes, para que ellos, los bikinis, sus maravillosos bikinis, sean los auténticos protagonistas.
       Pero no todas las mujeres encajamos en su imagen de mujer; en el modelo femenino que se escapa de sus cerebros y, a través de sus dedos, aterriza en el papel. Miren que siento darles este disgusto, pero les aseguro que hay vida más allá de sus cuadernos y ordenadores. Pero vida de la de verdad, con movimiento, con sentimientos, con deseos y… con imperfecciones. ¡Quizá les parecerá extraño, incluso increíble, pero la vida es así: imperfecta!
       Ya sé que a ustedes esto les puede parecer una soberana estupidez o una vulgaridad de enormes proporciones, una nimiedad carente de interés para ustedes, trabajadores incansables en resaltar la Belleza. Pero como imagino que ustedes también tendrán la mala costumbre de comer a diario, quizá pueda interesarles este nicho de mercado al que vender sus productos: el de las mujeres de carne y hueso.
       Les comento por si les interesa o por si alguna de sus colegas de profesión ve el filón que podría resultar esta industria, porque lo que es innegable es que nos gusta estar guapas, aunque sea en bikini, o quizá más precisamente en bikini.
       Algunas mujeres tenemos curvas acentuadas en nuestro cuerpo y no sólo en los pechos, de manera que no estaría de más que los bikinis contemplaran ese pequeño detalle para que nuestras carnes no desbordaran los diminutos trozos de tela con los que pretendemos cubrir nuestras vergüenzas.
       Además, pasada la adolescencia, las nalgas de la mayoría de las mujeres caen por efecto de la gravedad y se rellenan por efecto de las hormonas. Hay mujeres a las que les importa un pimiento cuán de gordo y caído sea su culo, pero a otras, digo yo que no seré la única, no nos resulta estético el efecto producido por un irrisorio trocito de tela que no llega a cubrir ni la mitad de esas posaderas que más bien parecen dos orondas lunas, con sus cráteres y todo, asomándose, curiosas, a observar el mundo. ¿Sería mucho pedir que usaran un poco más de tela en sus diseños para que nos recogiese salva sea la parte y disimulase su decadencia? No pido la braga-faja de cuello alto que me enseñó la solícita, a la par que perdida, dependienta, sino algo intermedio, elegante, bonito, ya saben, que esconda las imperfecciones y resalte las virtudes, que las tenemos, no crean.
       Otra cosa importante es que las mujeres de carne y hueso tenemos el terrible vicio de movernos. Ya ven, con lo divinas que quedaríamos plantadas, cual hermosos y sonrientes pasmarotes, y no, va y nos desplazamos con más o menos garbo y elegancia. Lo cual no sería un problema si no fuera porque utilizamos esos desplazamientos –y supongo que no seré la única– para cosas tan peregrinas como zambullirnos en el agua (perdón, no sabía que la piscina o el mar eran puros adornos, creí que podía refrescarme igual que el resto de seres humanos), o jugar con los amigos o con nuestros hijos o sobrinos (¡qué manía la nuestra de parecernos a los otros mortales que nos rodean cuando, según su imaginario estamos predestinadas a permanecer hieráticas en los pedestales!)… Y claro, sus bikinis resultan un problema. Son preciosos, la verdad, no seré yo quien diga lo contrario, pero cuando una se lanza de cabeza a la piscina con uno de ellos, lo más probable es que acabe con la braga en los tobillos y el sostén en la cintura, o a la altura del diafragma si consigue encontrar uno de tirantes. Con lo que, si el agua no está verdosa, lo más probable es que el triángulo oculto de la luna que tiene por pandero, brille con todo su esplendor. No mejora el tema si una, intentando ser muy femenina, cae de pie al agua, porque entonces se le pondrá el sujetador de corbata. Lo mismo ocurre si levanta los brazos para alcanzar una pelota (ese artilugio masculino donde los haya), las tetas se le escaparán por debajo del mínimo sujetador. Y si salta para cogerla, la braga decidirá no saltar, así que tendrá que emplear las manos en evitar el desnudo en vez del gol.
       ¿Pero qué pasa si en vez de ser un espécimen masculinizado es una maternal mujer? Tres cuartas partes de lo mismo, porque tendrá más veces el pecho fuera que dentro de los triangulitos o bandas del bikini que se desplazarán inmisericordes con cada manotazo infantil.
        Y me pregunto yo ¿no habría forma de poner unos elásticos más resistentes? Como los de la ropa interior, por ejemplo. No parece muy difícil.
       Pero vayamos al material con el que fabrican los bikinis y, en general, toda la ropa de baño femenina. ¿De verdad es tan difícil encontrar una tela como la de los bañadores de los hombres, que seque rápido, para ejecutar sus diseños? ¿Por qué puñetas hemos de permanecer húmedas durante horas como castigo por haber salido de su dibujo para darnos un ligero chapuzón? Y desde hace unos años, aún es peor, encima de que no hay dios que seque esa tela, la ponen doble. ¿Por qué? La tela de los bañadores masculinos no se transparenta y seca rápido. Utilicen la tecnología, por favor. Sean compasivos…
       ¿Y qué me dicen de la moda de poner a Bob Esponja dentro de las cazuelas de los sostenes de los bikinis? ¿Qué pretenden, que nos quedemos con toda el agua bajo las lolas? Así no hay forma de dejar de ser miss camiseta mojada durante horas.
       Yo buscaba un bikini, ya ven, me gusta que me dé el sol y tener pocas rayas; que fuera de tirantes (parezco snob, lo sé, pero es que lo que vaya atado al cuello acaba provocándome dolor cervical, delicada que es una); sin relleno; que se sujetase bien al cuerpo porque no soy nudista (rarita que es una); que tapase, al menos el 75% de mi culo (que, en mi opinión, ya no está para ir mostrándolo alegremente); que fuera bonito y me sentase bien. Una utopía, vamos. Así que regresé a casa y a mi raído pero seguro bikini de hace un lustro con el firme propósito de demostrar al mundo de la moda que hay otros tipos de mujeres, además de las de los dibujos de los diseñadores. 
       Así que, como supongo que no seré la única, aprovechen, por favor, este estudio de mercado que les he hecho gratuitamente y diseñen y pongan a la venta bikinis bonitos para las hermosas mujeres de carne y hueso que vivimos en el mundo real, porque dudo que mi bikini sobreviva a este verano.
       Atentamente, alguien que se resiste a ser condenada por escándalo público.

2 comentarios:

  1. Muy bueno Amparo, ya nos cuentas si lo encuentras este verano. Yo el año pasado también me tuve que contentar con uno que casi no tapaba mi tripa cuarenteañera y que ha pasado por dos embarazos, y que como tu dices, cuando me salía de mi pose, tumbona divina de la muerte, estiraba para arriba intentando cubrir zonas sin descubrir otras....
    Por cierto, que osada eres, jugar en la playa con tus hijos con esos minúsculos biquiniiiiisss? Tu lo quieres todo, ponerte morenita, disfrutar con tu familia....je,je,je

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  2. La verdad es que sí, lo reconozco: lo quiero todo. Pero es que lo de ir a la playa o a la piscina a tumbarme al sol durante horas, no va conmigo. Yo siempre he jugado y ahora que tengo hijos, tengo la excusa perfecta para seguir disfrutando. Y sí, odio las rayas blancas del bañador. ¿Qué le voy a hacer? Je, je.

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