martes, 27 de diciembre de 2016

DOS LECCIONES DE EMPATÍA Y UNA DE ECONOMÍA DE ANDAR POR CASA

Señor Alfonso Dastis:

      Como estamos en Navidad y ya sabe que es tiempo de regalar, yo quisiera entregarle esta reflexión para que usted pueda crecer como ministro y ampliar sus miras.
      Verá, señor, usted es un representante de la ciudadanía, la que le ha votado y la que no. Por tanto es necesario que empatice con sus representados para saber qué necesitan. Así que ahí va la lección de empatía número uno, usted no es el centro del universo ni la medida de todas las cosas, de manera que, considerar algo como una tragedia o no, dependiendo de su experiencia personal, no ayuda a que sus compatriotas le vean una persona que les representa sino, más bien, como un ser lejano que se cree por encima de los demás.
      Lección de empatía número dos: negar los sentimientos del otro no ayuda en absoluto a que éste confíe en usted y se sienta respetado. Puede que para usted no fuera una tragedia marcharse al extranjero y separarse de amigos y familia, no voy a entrar a valorar ni a discutir sobre si la voluntariedad u obligatoriedad del hecho en sí tiene algo que ver o no en la consideración –o no- de tragedia. Acepto barco como animal acuático y que a usted le pareció de lo más divertido y emocionante marcharse y que no sintió ni un ápice de morriña. Bien, afortunadamente, el mundo es diverso. Eso es lo que realmente nos enriquece, juntarnos con seres distintos a nosotros y aceptarlos y entenderlos. Observo que a usted la experiencia no le sirvió para enriquecerse conociendo gentes distintas a usted porque, de sus declaraciones se desprende que usted no reconoce que haya puntos de vista distintos y personas con sentimientos distintos. Abra los ojos y observe, pero sobre todo, respete a quien no piensa o siente como usted. No le niegue su derecho a sentir porque estará impidiendo cualquier posibilidad de comunicación.
      No hay que ser un economista para saber que cuando uno invierte en algo, espera que dé frutos y recuperar con creces lo invertido. Espera obtener beneficios. Así el agricultor prepara la tierra con esfuerzo, planta una semilla, la riega y la cuida mientras crece protegiéndola de plagas, de malas hierbas, de la climatología adversa, etc. Y todo ello porque espera recoger el fruto y poderlo vender y obtener beneficios. Lo mismo podríamos decir de cualquier oficio. Ahora ¿qué pensaría usted del agricultor, del carpintero o del emprendedor que invierte tiempo, dinero y esfuerzo en cultivar un campo, fabricar un mueble o levantar un negocio y cuando éste está a punto de dar beneficios se lo regala a la primera persona que pasaba por ahí? Como poco que o estaba loco o tonto ¿no? Y en cualquier caso que era un pésimo inversor. Pues eso es lo que pensamos muchos de un país que invierte tiempo, dinero y esfuerzo en formar jóvenes universitarios con grandes conocimientos y que después los regala al primer país que aparece en el horizonte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario