lunes, 4 de enero de 2016

AVISO A NAVEGANTES: MIS PROPÓSITOS PARA 2016

      Yo fui educada en la mesura, en el rígido sometimiento de los sentimientos a un control exhaustivo de la razón. Ni una lágrima podía escapar de mis ojos aunque estuviera rota por dentro, aunque el dolor más amargo me desgarrara el alma. Tampoco estaba permitido ninguna explosión de júbilo aunque hubiera logrado la mayor y más deseada de las hazañas. Ante un elogio, se debía bajar la cabeza y esgrimir una retahíla de defectos que anularan la virtud elogiada.
      Y, por supuesto, de los sentimientos, no se hablaba. No era una prohibición explícita, sino más bien un tabú, algo tan innombrable como presente. Palabras como “Te quiero”, sólo se oían en las películas y la ira era el peor de los pecados (aún no sabía que existía la lujuria) y había que contenerla a cualquier precio, se erradicaban las rabietas a golpe de palmada al culo y se sofocaban los enfados con bofetadas anti “ataques de histeria”.
      Así que imagínense en qué tremenda olla a presión se convirtió mi cerebro. Como cualquier olla a presión, la mía también tenía una válvula de escape: los ojos. Cada vez que hablaba de algo que para mí era importante y para los demás una tontería, algo absurdo, una locura, etc., mis ojos comenzaban a notar la presión y se llenaban de lágrimas que rodaban por mis mejillas sin que yo las pudiese controlar ni contener. Y eso me generaba enfado conmigo misma, con mis ojos y con aquéllos que no me aceptaban e intentaban que cupiese en un lugar imposible, y seguía calentando mi olla.
      El enfado se acumulaba a otros enfados, a otras emociones reprimidas que se convertían en frustración y enfado hasta que, cual alud incontrolable, la olla estallaba dejándolo todo lleno de restos de sentimientos ahogados.
      Bien, pues ya no más. Para este año me he propuesto cocinar sin olla exprés. Aviso a los navegantes de que, a partir de ahora, si algo me molesta, lo diré en ese momento; si algo me gusta, lo diré en ese momento; si me siento feliz, lo expresaré; si me siento triste, lloraré sin pudor; y si alguien me elogia, daré las gracias. Y, por supuesto, pienso decir "te quiero" a todas las personas que son importantes en mi vida, no vaya a ser que un día me vaya para siempre y no se lo haya podido decir.

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