lunes, 9 de julio de 2012

Tiempo de estupideces

Intento no ser soez pero no puedo evitar indicarles que hubiera preferido otro sustantivo mucho más contundente para el complemento del nombre del título. Seguro que me entienden a pesar de lo mal que me explico y seguro que cuando acaben de leer, estarán de acuerdo conmigo en que merecía algo más fuerte –o no–, pero ¿qué le vamos a hacer? La impronta de mis años de escolarización es imborrable.
A lo que vamos, no sé si es por el calor que dicen que hace (yo, que comparto genes con los lagartos, no lo siento) y que licua las neuronas, no sé si es algo estacional y puesto que nos bombardean con que el verano es tiempo de desinhibición y relax, se desinhibe la lengua y se relaja el filtro, no sé si es que tengo los oídos especialmente sensibles y detectan y magnifican cualquier signo de estupidez, no sé si es que yo soy la rara y el resto de personal totalmente normal, que es lo más probable… De cualquier forma, aquí les dejo una selección de las perlas que he ido escuchando estos días y juzguen por sí mismos:

1. Estaba yo intranquilamente en el parque con mis hijos. No puedo entender al resto de progenitores que están tan tranquilos charlando mientras yo observo con un ojo cómo el mayor recorre los pasadizos, puentes tibetanos y resto de artilugios que les ponen a los niños en los parques, con el otro, al pequeño que va tras cualquier juguete que le resulte apetecible, de reojo, controlo el cochecito del pequeño, juego a pillar con el mayor y cuantos críos se apuntan, persigo al pequeño para que no salga corriendo tras coger un juguete que no es suyo, evito que los espabilados que bamban sin vigilancia de ningún adulto se propasen con los míos a los que impongo un respeto a todas luces pasado de moda… Vaya, que el parque es lo más estresante que conozco, la verdad. Pues eso, estaba yo intranquilamente en el parque con mis hijos y el pequeño se pone a jugar con una niña de su edad. La madre me pregunta si ha entrado en el cole para el año que viene (como hay carestía de plazas, es el tema estrella en esta época), le digo que sí e inmediatamente comienza a contarme la suerte que ha tenido ella porque su hija ha podido entrar en el colegio X y no la han metido en el colegio Y. Yo, con los ojos a la virulé porque ya sólo faltaba tener que atender a una desconocida que me habla, le digo que parecía que el colegio X se había puesto de moda y todo el mundo quería ir allí y no al Y. No le dije, pero me sorprendía porque cuando yo estuve mirando colegios el año pasado, el colegio X era como si a mi colegio (al que fui en la década de los 70) no le hubieran hecho ni un solo retoque desde entonces, todo lleno de desconchados, viejo como el mundo y con unos libros en la biblioteca… era como entrar en el pasado de repente, mientras que el colegio Y había sido reformado, estaba limpio, con aulas enormes recién pintadas, mesas y sillas nuevas… La tipa, entonces va y me contesta toda pita ella que claro que todo el mundo quería ir al colegio X porque a una pobre niña (pobre por su desgracia no por causas económicas) de su patio, le había tocado el colegio Y y estaban ella y otra niña solas. Mis ojos se convirtieron en dos huevos fritos en mi cara que detuvo su girar compulsivo siempre tras mis hijos, para mirarla con tal mezcla de incredulidad, asombro y perplejidad que debía ser un poema. Ella prosiguió tras una breve pausa: “Todo lo demás son inmigrantes”. Acabáramos, pensé yo, pobrecitas niñas urbanitas que han tenido la mala suerte de ser admitidas en una granja escuela con 28 bichos, en vez de en un colegio de “humanos” como sus padres querían…

2. Me cuenta mi amiga que su hermana ha tenido la primera reunión en el que será el cole de su sobrino el año próximo y que ya ha tenido su primer desencuentro con la profesora porque entre las normas impuestas en el centro escolar está la prohibición de llevar ropa, calzado o material escolar alguno “de marca” (a lo mejor se piensa esta señora que nisupu no es una marca…) para “evitar que los niños sepan que hay clases sociales”… Ni clases sociales, ni bichos ¡Ah!, perdón, seres venidos de otros lugares del mundo, ni historia, ni lengua castellana, ni literatura, ni geografía de más allá de su terruño ni nada de nada, no vaya a ser que piensen por sí mismos y sufran evitando ser tratados como borregos…

3. Recibo un correo electrónico en el que me informa una clienta de que va a dejar de serlo. Dado que ya su abuelo era cliente de mi padre y que con ella he tenido mucho trato, profesional, se entiende. La llamo por teléfono para decirle que me doy por enterada pero que me sorprende que no me lo haya dicho personalmente. Empieza a quejarse por vicio y a mentir cual bellaca respecto a mi trabajo y como le rebato todas y cada una de las mentiras, puesto que ambas sabíamos que lo eran, la individua, procedente de los arrabales de cualquier ciudad, a quien en otro tiempo hubieran obligado a vestir con prendas acabadas en picos, que, por supuesto y dada su procedencia, hubieran sido pardos, me suelta que no me lo quería decir pero que no quiere trabajar conmigo porque no le gusta cómo hablo (entiéndase que le diga que no es legal algo o que yo no soy su enemiga y no me tiene porque insultar o maltratar verbalmente si la ley no le permite hacer algo). Pues no pasa nada, le contesto tranquila y suavemente, a mí también hay cosas que no me gustan. Ella contesta soltando sapos y culebras por su boca que como ella me paga puede hablarme como le dé la gana y yo tengo que aguantar, cumpliéndose de nuevo el dicho de no sirvas a quien sirvió, pues a pesar de ser ahora (aunque por poco tiempo a tenor de lo rápido que está acabando con la empresa que ha heredado) una empresaria antes trabajó en trabajos para los que no se requería ninguna cualificación ya que no podía acceder a ningún otro puesto. Pues bien doña arrabalera que a tu lado las dependientas de las verdulerías se convierten en damas, no es cierto que el dinero te permita ser soez, maleducada y déspota, porque, como te dije, yo tengo el derecho de no querer como clientas a gente como tú que me espantan a los buenos clientes. Y es que la imagen es muy importante…

4. Caminaba el otro día por la calle y delante de mí iba una pareja cogida de la mano. De repente ella tropieza con el bordillo de la acera y se cae al suelo. Él le pregunta muy enfadado: “¿Es que no has visto el escalón?” Claro que lo ha visto, so merluzo, ¿cómo no lo ha de ver si va marcado con banderines rojos y un luminoso intermitente que señala parpadeante: “escalón”? Lo que ocurre es que la chica ha querido probar la experiencia de caerse en mitad de la calle, dejarse manos y rodillas como las del ecce homo, los dientes en la acera, la falda por capa… y ver la cara de imbécil que se te queda cuando te das cuenta de que el tanga tan chulo que le regalaste ha dejado de ser una prenda íntima y la hemos podido ver todos los transeúntes, incluido ese jovenassssso que ha acudido presto a ayudarla a levantarse mirándola con ojos golositos y al que ella ha respondido con una sonrisa de agradecimiento, mitad pícara, mitad coqueta, mientras que a ti te ha fulminado con la mirada. Y sí, tal vez, repita la experiencia, o tal vez no porque decida irse con el jovenassssssso y dejarte plantado.

1 comentario:

  1. Muy bueno, mira que me he reído. Y tienes razón, quizá lo único que genuinamente es una estupidez es el cuarto caso, aunque de la manera en la que lo contextualizas también parece ir más allá. Lo digo porque, a veces, se preguntan cosas obvias aunque de una manera totalmente inocente (mientras ayudas a levantarse a la persona, por ejemplo). Un saludete a la family.

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