La vida arreciaba como nunca. Ella estaba en lo más profundo
de su oscuro bosque, maniatada y con los ojos vendados, sin más escudo que su
cuerpo para defenderse de los envites. De vez en cuando, lograba escupir alguna
palabra cargada de ira o dar alguna dentellada de ironía, pero nada parecía
capaz de parar aquella tormenta de golpes que llevaba meses soportando.
Entonces sus fuerzas comenzaron a flaquear y empezó a fantasear
con la idea de la muerte. ¿Cómo sería su entierro? ¿Quiénes asistirían? ¿Cómo
dejar preparado a quién avisar? ¿De qué hablarían? ¿Qué dirían de ella?
Y fue en ese momento cuando sus ojos miraron atrás y
rebuscaron en el pasado. Y llegaron a aquel lugar en el que la vida le había
dado un respiro, en el que había podido sonreír, en el que cualquier camino
todavía era posible porque aún no había llegado a la encrucijada. Y se instaló
allí.
No pretendía cambiar su vida, sólo sentir que un día fue
feliz, para saber que algún día podría volver a serlo. Y sintió paz.
Recorrió el camino hacia atrás y allí estaban sus fuerzas,
sus deseos, sus esperanzas. Se sintió querida, añorada y los golpes se hicieron
más llevaderos. Ansiaba la llegada del anochecer, cuando el sueño
le permitía habitar su pasado, ese lugar ya transitado y conocido en el que no
cabía la incertidumbre.
Cada amanecer, el sol la devolvía al presente y a los
golpes, y cada noche, la luna la trasladaba al confortable rincón de su memoria
en el que se reencontraba con aquéllos que una vez la quisieron, aquéllos que
no podían faltar a su entierro porque su vida no habría sido la misma sin
ellos.
Un día no anocheció y la vida no se detuvo. Intentó en vano
conciliar el sueño, pero el anclaje al presente era fuerte. Había que hacer
algo para salir de ese oscuro bosque, soltar sus ataduras y correr. Y sonrió.
Aquello se parecía a un salto de longitud, en el que tras colocarse en el punto
señalado por el talonamiento, uno da unos pasos atrás antes de empezar la
carrera. Así que respiró hondo cerrando los ojos para conectar la que ahora era, con la que fue y, soltando el aire con fuerza, comenzó a correr tan rápido como
pudo y, cuando sintió la tabla bajo sus pies, saltó hacia el futuro.
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