viernes, 22 de octubre de 2010

¡Qué poca imaginación!

Miren, pues sí. Yo también me siento ofendida como mujer, más allá de la ideología, las preferencias, gustos o intereses, la ofensa, típica y tópica por otra parte, es una ofensa contra todas las mujeres, por sexista y por recurrente.
Imagínense que a mí, presa de un ataque de histeria (que es muy femenina) y privada completamente de mi capacidad de control verborreico me diera por afirmar que existe una subespecie de hombres mononeuronales afectados por el síndrome de la neurona desubicada, que cada vez que tienen una erección, padecen una encefalitis y que cada vez que llegan a un orgasmo, se les produce un derrame cerebral y que además son el perfecto ejemplo de la ley que afirma que cuando uno alcanza su nivel de incompetencia, es ascendido de categoría. Y que, por tanto, como se les supone que al llegar a la edad adulta, han debido alcanzar varios orgasmos (aunque sea en solitario) con las nefastas consecuencias que todos conocemos, sus declaraciones deberían ser consideradas como propias de un descerebrado.

Aunque una vez superado el ataque de histeria y recuperado el control sobre mis palabras, presentara mis disculpas alegando que fueron unas declaraciones desafortunadas fruto de la pérdida de la autocensura que evita que mis pensamientos se me escapen por la boca, ustedes, con toda la razón me dirían que las disculpas no son válidas y que es precisamente ese tipo de pensamientos lo que me convierte en una persona detestable.
Pues eso, que no cuela.

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