miércoles, 2 de junio de 2010

Cuando tener un hijo no es tan fácil

Ahora que estamos a la espera de que llegue nuestro segundo hijo -o hija, hagamos caso por un momento a la moda y dejemos de lado la economía del lenguaje que, como todas las economías, está de capa caída-, alguien me ha recordado lo que escribí cuando supe quién era mi hijo, el primero.
A veces tener un hijo no es fácil. A veces las cosas se complican. A veces cuidar a un hijo no es fácil. A veces la vida se complica. Y una criatura llega a un mundo hostil. Y unos adultos jamás lograrán ser padres si no es gracias al dolor de esa criatura y de otros adultos que tuvieron que enfrentarse al dolor de abandonarle en el duro camino que seguían sus vidas. Extraña situación ésta que parte del dolor para llegar a cumplir un deseo. Paradójica alegría que hunde sus raíces en el dolor ajeno, principalmente en el dolor de aquel inocente a quien se pretende hacer también feliz, a quien se pretende resarcir del dolor de no entender nada, del dolor del abandono...
Por eso, porque le debo a mi hijo la felicidad de ser madre, porque me duele el alma saber que para que haya sido posible mi felicidad, él ha sufrido lo indecible, porque esta vida, a veces, es endiabladamente complicada pero siempre acabamos saliendo de todo, porque todos merecemos ser felices sea a la primera, a la segunda, a la tercera o cuando puñetas sea, porque cuando logramos ser felices nos olvidamos de cuánto nos ha costado, porque al fin y al cabo esto es vivir y lo demás son cuentos... por todo eso, voy a colgar aquí lo que escribí entonces:

Nos han llamado. Hay un niño esperándonos, pero tiene un “pero”. Alegría contenida. Gajes de las necesidades especiales, supongo. Uno desearía poder ser feliz, pero le vence el temor a no ser capaz de asumir ese “pero”. Ansiedad por descubrir de qué se trata. Todos los sentimientos se quedan retenidos, salvo los nervios que bamban a sus anchas.

Por fin llega el día en que te cuentan en qué consiste ese “pero”. A simple vista no parece grave, pero uno desconoce el significado del nombre de la enfermedad que tiene la criatura. Uno pregunta, busca información. Jarro de agua helada. No es algo banal, es muy serio y hay muchos grados. Hay que saber dónde se ubica exactamente la criatura. Podemos estar hablando de algo invalidante. Entonces uno llora, llora amargamente. Llora por la criatura y llora por no poder ser el padre o la madre que el niño necesita, por tener que reconocer que le supera, que no está preparado. Es un dolor profundo, sordo, insoportable... Uno no quiere escuchar y sin embargo tiene que prepararse para lo peor. Uno llora porque no quiere verse en la situación de tener que decir que es incapaz y teme no saberlo decir y hacer desgraciado a un pequeño que se merece lo mejor. Uno no puede parar de llorar porque el mundo se le ha caído encima.

Luego uno se levanta y empieza a buscar información concreta sobre el niño, al que no quiere llamar hijo para que su corazón no se haga más añicos de lo que ya está pero al que siente como tal. Y remueve cielo y tierra en su busca. Por fin la encuentra. Los peores presagios, gracias a Dios, no se han cumplido. La enfermedad es grave, pero el niño la padece en el grado más leve. Uno respira por primera vez en tres días. Ahora hay que plantearse muchas cosas. Uno tiene que plantearse si será el padre o la madre idóneo, si será capaz de proporcionarle herramientas a su hijo para que su enfermedad no sea un obstáculo insalvable. Uno tiene que enfrentarse a sus miedos, incluso a aquéllos inconfesables, y uno tiene que vencer. Además hay que replantearse las expectativas sobre los hijos y uno tiene que aprender en cuestión de horas la lección de vida más difícil, aunque parezca una perogrullada: los hijos no son la extensión de uno, son seres independientes y puede que uno quiera que jueguen con otros niños y puede que el niño no pueda jugar, pero puede que, aunque pudiera, no quisiera, así que qué más da, a qué plantearse esas cosas si no hay respuesta para ellas. Uno tiene que aprender que el hijo le dará alegrías, y más alegrías cuantas menos expectativas estén puestas sobre él. Y de repente uno se da cuenta de que ya ama a ese hijo y que sus miedos son los mismos que los de cualquier otro padre o madre, así que uno se da cuenta de que ya ha decidido y que ahora le queda aprender a vivir sin que sus miedos afecten a su hijo.

Entonces uno siente en su corazón cuánto le debe a una criatura a la que aún no conoce y desea verla y tenerla en sus brazos y se siente profundamente agradecido porque la vida le haya permitido ser el padre o la madre de ese ser tan maravilloso.

Deseo con todo mi corazón que llegue mañana y pueda por fin, ver su cara, tenerlo junto a mí, junto a nosotros.


El mañana llegó y escuché lo más hermoso que alguien puede escuchar: la voz de mi hijo diciendo "Han venido a verme mis papás". Y desde entonces, cada mañana doy gracias al cielo por el regalo tan hermoso y doy gracias a mi hijo por la lección de vida.

8 comentarios:

  1. Me parece de una gran valentia y una gran calidad humana describir de esa forma algo tan magico como tener un hijo "cuando no es facil". Es cierto que en tantas ocasiones pasamos por alto tantos detalles que son dignos de ser analizados y eso es lo que he visto en tu escrito. Es cierto que para que unos sean felices, otros tienen que haber sufrido previamente, pero al fin y al cabo la vida es asi.
    Teneis mucha suerte de teneros.

    Fdo: Inge.

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  2. Me has emocionado. Es cierto que ser padres no es facil, pero te llena, y tu hijo te llena, habeis encontrado ese equilibrio que os une.

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  3. Gracias a las dos, Inge y La_Sonyadora por vuestras palabras y bienvenidas a este nuevo lugar de encuentro.

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  4. Sabes que has tocado uno de mis puntos débiles y me has emocionado. Grácias por contar tu experiéncia y hacerme ver que aunque no sea fácil compensa y mucho.
    El camino de la adopción sea por necesidades especiales o no es un camino duro, lleno de dudas, de preocupación, desesperación, miedos. Pero a la vez es una etapa de aprendizaje, de ilusiones en el que uno llega a madurar, a sentirse mejor y más preparado para cuándo llegue ese ansiado momento. A veces parece que no llegaremos al final del tunel, a veces las cosas se tuercen. Tienes previsto una cosa y te sale otra. Esperas un triunfo y te llega un fracaso..hasta que al final te das cuenta que, no eres tú la que elige la estrella que ha perdido su lugar en el universo, sino que es ella la que te busca a ti y te encuentra. Y hay que luchar y estar ahí a las buenas y a las malas hasta que llega este momento en el que por fin le encuentras un sentido a todo lo que te ha pasado durante ese camino. Un sentido a todos los tropezones y batacazos que te has dado y a las mil dudas y temores que te han atormentado.
    Espero muy pronto poder llegar a ese momento.
    Un besote, cari.

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  5. Hola Guapis:
    Que bonito es leertey no sabes cuanto puedes llegar a comunicar, sabes, tu vales y de verdad¡¡¡
    Con esto puedes llegar donde otras personas no saben ni tan siquiera que quieres decir pero los que estamos en esto por lo menos yo necesito leer, escuchar cosas tan bonitas y a la vez tan distintas de lo tipico que estas acostumbrada a oir o leer.
    Gracias por ser tu.
    Un beso

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  6. Gracias a las dos por el comentario. Supone mucho para mí haber conseguido expresar algo con lo que la gente se siente identificada.
    Gracias, de verdad.

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  7. Cuanta verdad hay en tu escrito Casandra, cuantos miedos, cuantos planteamientos, cuanta incertidumbre, cuanto tesón, cuantos dias, meses, incluso años deseando que llegue ese mañana que no sabemos que nos deparará y que parece que no quiera llegar nunca...
    Por suerte ese mañana os llegó y sois felices los tres unidos en una nueva espera.
    Espero y deseo que no se haga de rogar ese nuevo dia que nos traiga noticias de nuestros futuros hijos, de los tuyos, de los mios y de los de tantas y tantas personas que optamos por esta opción para ser padres/madres.
    Besotes!
    Aitana.

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  8. Brindo por el día, que tiene que estar ya a la vuelta de la esquina, que nos digáis que ya están, por fin, vuestros hijos en casa.

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