Viniendo, como vengo, de una familia en la que todos –menos yo- son de ciencias, estoy más que
acostumbrada a escuchar el consabido “El que vale, a ciencias y el que no, a
letras” así que ya estoy inmunizada contra ese tipo de comentarios. Por eso,
ayer me limité a sonreír cuando alguien se metió en tremendo berenjenal e,
intentando ensalzar la asignatura que estaba preparando y a sus futuros
alumnos, comentó que éstos eran ingenieros técnicos, no filólogos...
Mi pregunta “¿Qué tienes tú contra los filólogos?” formulada
sin ninguna acritud y todavía con la media sonrisa puesta, le hizo caer en la
cuenta de la metedura de pata. Seguimos hablando: ella no tenía ni idea de lo que se
estudia en Filología, como yo no la tengo de lo que se estudia en una
Ingeniería. La diferencia entre nosotras radica en que yo no pienso que lo que
se estudie allí sea fácil, baladí o inútil y, obviamente, ella sí.
Ella
comenzó basando su argumentación sobre la supuesta facilidad con la que se
puede obtener el título de filólogo en la supuesta también subjetividad de los
conocimientos impartidos en Filología y que amplió, en busca de salida rápida
del berenjenal, a Historia o Filosofía (que, para más inri, son, siempre según
ella, estudios básicamente memorísticos),
frente a la objetividad de los datos en una ingeniería. Por supuesto, respondí
y lo hice con una calma y pedagogía que hasta a mí me sorprendió, la verdad.
Ya
empezamos desde puntos de partida distantes:
Ni
considero que sean estudios básicamente memorísticos, ni creo que memorizar sea
fácil. Lo será para quien tenga una memoria impresionante y ganas de invertir
su tiempo memorizando datos, pero si no se dan ambas cuestiones, memorizar
puede ser una tortura. Es más, yo reconozco haber memorizado todos y cada uno
de los resultados de los problemas del libro de Física de 2º de B.U.P. pero se
debía a mi absoluta incapacidad para entender la Física, no a que esos estudios
fuesen “básicamente memorísticos” y
menos aún se me ocurriría de tacharlos de fáciles.
Pero es
que además, y si me centro en lo que conozco, que es la Filología, sus estudios
se basan en unos códigos que hay que interpretar, como todos los estudios,
vaya. Así que de igual modo que, donde yo veo una sucesión de letras, números y
otros signos sin sentido alguno y colocados, al parecer, de forma aleatoria,
ella ve un código que transmite una orden para que una máquina actúe de una
determinada manera, donde ella sólo ve una sucesión de palabras colocadas de
una forma más o menos armoniosa (si es que es capaz de detectar la armonía), yo
veo un código que transmite un mensaje que va a modificar la conducta, la
percepción o la voluntad del que lo recibe.
En
cualquier caso, para poder interpretar los códigos se necesita en principio
cierta estructura mental, y después, años de estudio que nos permitan conocer
los mencionados códigos.
Entonces
surgió lo que yo creo que es el verdadero origen de su pensamiento: ella suspendió
(muy suspendido) un examen sobre un comentario de texto cuando el "más zopenco" de su clase sacó un notable, y ella sólo encuentra justificación para tal
injusticia en el hecho de que ella redacta mal y él redactaba bien y, como un
comentario de texto es subjetivo, le convenció más al profesor el examen del
susodicho "zopenco". De ahí su rabia y desprecio, supongo yo, hacia lo subjetivo.
Miren,
fue el único momento en que se me borró la sonrisa condescendiente de los
labios y mi tono adquirió la firmeza que, en mi humilde opinión, merecía la
respuesta:
-Jamás
me han suspendido un comentario de texto por opinar distinto a como opinaba el profesor
y jamás he suspendido a un alumno por no estar de acuerdo con su opinión.
Cualquier opinión, si está lo suficientemente argumentada, es válida, la
compartamos o no. Evidentemente, una buena redacción ayuda mucho a entender el
hilo de la argumentación y una mala redacción, probablemente, sea pobre en
argumentos y explicaciones. Es como si uno se dejase las operaciones sin
resolver sólo porque ya las ha planteado. En cualquier caso, para hacer un
comentario de texto, sólo hay que saber leer e interpretar el código que hay
escrito y una muchacha en una fuente siempre ha significado lo mismo porque así
lo decidimos los humanos en su día, de igual modo que, también en su día,
decidimos que a 3’141592 le llamaríamos π.
Una de
las cosas que aprendí en Filología y que me hizo crecer como ser humano es el
respeto hacia el otro. Lo aprendí como se aprenden las cosas realmente
importantes de la vida, a través del ejemplo. Mis profesores más sabios eran, a
la vez, los más respetuosos (incluso con
los alumnos de primer curso, de quienes también he oído menosprecios). Denigrar
cualquier estudio, oficio o habilidad, dice muy poco de quien lo hace, y lo
poco que dice no es nada halagüeño.