Una noche, en plenas vacaciones escolares de Navidad, mi hijo mayor me preguntó cuando le arropaba tras darle el beso de buenas noches:
-Mamá, ¿por qué te odian en tu trabajo?
-¿Odiarme? No me odian, cariño, ¿por qué dices eso?
-Porque no te dan vacaciones para que puedas estar con nosotros.
-¡Ah, bueno! No es que me odien, es que hay cosas que hacer y hay plazos que cumplir y una no puede cogerse vacaciones cuando quiere sino cuando se puede.
-Pero tú eres jefa…
-Ya, bueno, cariño, pero de una empresa pequeñita y todos tenemos que arrimar el hombro para que funcione.
Cómo explicarle a un niño que un autónomo no es exactamente lo que dicen en la tele sino el más pringao de los pringaos.
-Pero –continuó preguntando–, ¿te gusta tu trabajo?
-Unas cosas sí y otras no.
-¿Y te gusta más que estar con nosotros?
-No, cariño, no hay nada que me guste más que estar con vosotros.
-Pues búscate otro trabajo.
-Bueno, hay un problema. Ahora, ya sabes, estamos en crisis y no hay muchos trabajos donde elegir. Así que tenemos suerte de tener un trabajo que nos da dinero para poder seguir pagando la casa y teniendo lo que tenemos.
-Vale, pero prométeme que cuando se acabe la crisis y haya trabajos, buscarás uno que te guste y que te deje tiempo para estar con nosotros.
-De acuerdo, lo haré.
-Pero, si tú te buscas otro trabajo, ¿qué pasará con Jésica y Virginia?
-Bueno, ellas tendrán que buscarse también otro trabajo.
-Vale, pues borra lo que te he dicho, porque no quiero que para que el tete, el papá y yo estemos bien, haya gente que lo pase mal por no tener trabajo. Pero haz una crítica a los políticos, porque a ellos no les importa que la gente no tenga trabajo o no tenga tiempo para estar con sus hijos.
Dicho queda, hijo.