miércoles, 15 de junio de 2016

UNA TARDE PARA ELLOS

      ELLA


      Ella caminaba con paso firme y sosegado por la acera. Pisaba el suelo con seguridad para intentar evitar ese temblor fatal de los tobillos que le provocaban, casi sin remedio, los tacones de aguja. Parecía interpretar una suave melodía en la que el ritmo lo llevaban los tacones golpeando el suelo. Se centró en el bamboleo de sus caderas acentuado por la falda de tubo. Se sintió hermosa y sensual.
      Consultó el reloj. No quería llegar demasiado pronto. Ni demasiado tarde. La hora exacta eran las seis y diez: diez minutos de cortesía que cada año cumplía como si de un ritual se tratase.
      Respiró hondo evocando su rostro sonriente y aliviado cada vez que ella aparecía bajo el dintel de la puerta; su mirada de reproche disolviéndose en deseo; su perfume envolviéndola y anticipándose a las manos; la leve caricia electrizante; el cosquilleo que descendía desde su vientre hacia sus piernas.
      Consultó el reloj de nuevo. Se detuvo en el portal contiguo. Se alisó la falda, estiró la chaqueta, sacó un espejo del bolso y comprobó su peinado. Perfecto. Los mechones que debían estar en su sitio, permanecían en él y los que nunca debieron estarlo continuaban libres. Revisó sus labios. Optó por no retocarlos no fuera a ser peor el remedio que la enfermedad y el temblor nervioso de su mano desdibujara el perfil. Los humedeció. Una última mirada y decidió desabrochar otro botón de la blusa. Así mejor. Volvió a sentirse hermosa y sensual. Soltó con fuerza el aire con la esperanza de expulsar con él la ansiedad y entró.
      Como cada siete de noviembre, se detuvo un instante en el umbral, miró al fondo del local y sus miradas se cruzaron. Ella se dirigió hacia él apresurando un poco el paso, lo que enfatizaba el vaivén de sus caderas, mientras esbozaba un gesto de disculpa por el retraso que pretendía esconder su incapacidad de soportar la angustia de ser ella la primera en llegar y esperar a su amado en vano.
      Instintivamente, llevó su mano izquierda a su oreja y jugueteó con el pendiente mientras sonreía y encogía los hombros, coqueta. Estaba realmente guapo. Era muy guapo. Sintió un hormigueo en la boca del estómago y apretó metiendo el vientre hacia dentro. Tomó aire hinchando el pecho y lo sintió luchar contra la blusa desabrochada. Le imaginó como tantos otros siete de noviembre y las fuerzas le resbalaron por los brazos hasta concentrarse en sus manos.

4 comentarios:

  1. Muy bien llevada la intriga que has creado alrededor de la relación entre ambos personajes !!

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  2. Deseando que llegue la fusión de "El y ella"con esas descripciones que de seguro nos trasladaran a otro mundo.

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